lunes, 19 de abril de 2010

El Tano

Mi madre cumple sesenta y se regala a ella misma y a todos nosotros una fiesta increíble, con banda en vivo, exquisiteces para comer, en un lugar soñado. Invita a viejos amigos, algunos familiares y gente relacionada con su trabajo… Entre ellos un señor italiano que gentilmente acompaña a una de sus amigas. Pregunta por mí a mis hermanos, habla con mi hija y se va cuándo esta amiga se retira.

La semana siguiente al cumpleaños, mi madre recibe varios mails de este señor, pidiendo mi teléfono, me pregunta qué hacer y le recuerdo que estoy recuperando todavía mi consistencia y tamaño, después de desaparecer a la sombra de un Pelado… Se lo hace saber al interesado.

Unos días después recibo mensajes en mi página, suplicando un teléfono y confesando haber vuelto a la fiesta después de dejar a la amiga de mi madre, para conocerme, cuándo yo ya me había ido… me parece merecedor de algo, ya que se tomó semejante trabajo y le paso simplemente los teléfonos, sin más preámbulos.

El Tano llama esa noche, habla nerviosamente en cocoliche durante hora y media dando todo tipo de explicaciones entre halagos y disculpas, lo escucho y quedamos en vernos tres días después…

Al día siguiente recibo un mensaje de voz con una canción en italiano, cantada por él mismo, dedicada a mí…

El segundo día, otro llamado telefónico, para coordinar hora y reconfirmar salida…

El último llamado me pareció un tanto excesivo, pero los nervios traicionan supongo, también a un señor de 47 años… no?

Ese Viernes, a las 9:00 cuándo suena el timbre, yo ya estaba lista, bajo en el ascensor, me miro la parte de atrás del pelo en el espejo y los dientes.

Abro la puerta y saludo, noto que el Tano, tiene en la mano una bolsita de plástico que me resulta conocida… Esa es la bolsa de mi video club amigo? Si!. Me cuenta que llegó quince minutos antes y recorrió el barrio para ver dónde compraba mis cosas, entró al video club y preguntó si yo era socia, dijo que era amigo mío y alquiló una película que hacía tiempo tenía ganas de ver…

Con ese panorama se hacía difícil poder fantasear sobre la cena, pero ya no había marcha atrás. Ceno y rajo para mi casa!.

La cena fue larga, definitivamente larga, el Tano fue patológicamente verborrágico, ya no tenía que ver con nervios, tenía que ver con locura. Habló compulsivamente de su ex mujer, su situación con sus hijas y hasta su ex suegra, sus celos, el dinero que invirtió en las propiedades que les compró, los gastos del colegio italiano para las nenas y el final de su relación con su ex mujer, que asombrosamente no fue por falta de fuego y pasión en la pareja, sino por la familia de ella, que no lo quería a él… en medio de eso, me hacía alguna pregunta que no me dejaba llegar a contestar, se levantaba de su silla y por sobre la mesa para dos me agarraba la cara entre sus manos o me acariciaba el pelo… elogiándome con alguna de esas palabras que todos conocemos en italiano… pero no mucho más que eso.

Llegados y terminados, el poste, el cafecito y la cuenta. Ví mi salvación cerca. Taxi a casa!.

Subimos al taxi y le pide al taxista datos de lugares a los que se pueda ir a tomar algo, le digo que estoy cansada y que quiero irme a mi casa, pero ni creo que haya escuchado, sigue dándole instrucciones al taxista y yo insisto con mi plan, pero no tengo suerte.

No llegamos a un acuerdo, pero el taxi nos deja en Libertador y Coronel Diaz… accedo a tomar una Sprite y le aclaro que terminada la gaseosa vuelvo a mi casa.

Para ese momento, ya eran las tres y pico de la mañana, me levanto y me cuelgo la cartera al hombro, él, de pronto se da cuenta del frío repentino que lo embarga y empieza a frotarse las manos, agarrarse los brazos, se encoge de hombros, se toca la garganta, engancha su brazo al mío y apoya su cabeza sobre mi hombro. Yo camino y miro hacia atrás por Coronel Diaz esperando un taxi salvador.

Me suelto para parar el taxi y me meto bien cerca de la puerta izquierda. Le indico al taxista a dónde quiero ir mientras él le indica dar una vuelta larga y pasear un poco. Ya con tono enérgico le vuelvo a repetir mi dirección al taxista que entiende y arranca.

El tano, tiritando de mágico y misterioso frío me apoya la cabeza en la falda quejándose de alguna enfermedad que aseguraba haber contraído minutos antes. Llegamos a mi casa! Se incorpora y saca la billetera, yo grito que siga con éste mismo taxi, que no pague!, pero tarde, no sólo había pagado, sino que ya estaba abajo esperándome en la puerta de mi casa.

Le agradezco la cena, lo saludo efusiva y amistosamente, abro la puerta y la cierro casi sobre mis propios talones. No me doy vuelta para ver si está mirando, abro el ascensor y subo.

Mientras me voy sacando botas, medias etc, no puedo evitar hacer balances, pensar en qué situación estaba yo meses atrás, un viernes a esta misma hora, y realmente tampoco me conmueve, (Viernes era póker de amigos hasta las 5), pero pienso en ponerme medias y botas de nuevo y salir corriendo hasta la casa del Pelado a buscar un olor conocido, una pierna pesada sobre la cadera, un ronquido, algo que me haga sentir cómoda de nuevo. En ese momento suena el teléfono… El Tano, protestando por mi actitud descortés, especialmente en su estado, enfermo de frío, solo y necesitado de alguien que le prepare un té. Llega incluso a preguntarme de qué tengo miedo y proponerme usar mi sofá si por alguna de esas cosas raras de la vida no quisiera compartir con él mi cama. Por fin desde la seguridad que me proporcionan la distancia y el teléfono le contesto lo que se me cantan las pelotas y corto. Miro mi casa, me gusta, está limpia, ordenada, linda, decorada, siento placer de estar de vuelta, me meto en la cama y agarro fuerte el control remoto.